lunes, 3 de octubre de 2011

Marinero de interior.


En la vertiente de tu rostro lo perdí todo.
Me miras y en un solo segundo palpitan en una corriente de electricidad unánime bailando por otra mirada, hasta las uñas de mis pies.
Hasta aquí siento los suspiros de tu ausencia anhelando tocar cada gota de tu presencia con tal ansia que pueda tocarte con tan solo oler mis manos cuando no estás.
Nos perdimos en la insistencia infantil de hacer funcionar esta máquina tozuda de contratiempos y con cada amanecer seguimos valorando todas y cada una de las promesas que no cumplimos, da igual, habrá tiempo para hacerlo, siempre lo hubo.
En el vaivén de cuerpos extasiados conseguimos hacer sonar las horas de un extremo algo duro acostumbrado ya a al ir y venir de nuestra compañía, pintado de un azul llamativo en cada despedida.
Culpable eres de aprovechar cada instante renqueante de humos las ganas de ti, deslumbrando con algo por pequeño que sea, una sonrisa, un abrazo o una vulgar llamada.
Rompí tu mundo bebiendo de ti, rompiste el mío subido a mi alma, de cada paso que dí a tu lado, aprendí que no hay mejor amor que la libertad que te brindo de quererme o no hacerlo sin dejar de mirarte con los ojos empañados en recuerdos de aquellos momentos en antros de pop.
El paso del tiempo nos brindó el acertijo de querer, como debe quererse a los amigos de momentos de pasión ocasional.
Hoy, con algo más de experiencia que los años adolescentes que poseía cuando me regalabas tu primera mirada, reflejo de un ambiente ambiguo, mis ojos y los tuyos, grandes conocedores de antaño se obsequian cuando chocamos por el mundo, con aquella complicidad digna solo de los más sinceros pensamientos.
Trotamundos indiscutibles de nuestros cuerpos, reconocidos enemigos de contratiempos culminados siempre de momentos de ardor ansioso de sentir nuestras presencias entrelazadas.
Tal vez embarcándome en la aventura de los adultos, te descubro con otra mirada, en otro lugar, con el mismo apetito, es el riesgo que nos ofrece la vida, reconocida acróbata de situaciones inesperadas.
Mis manos, desprenden el aroma de una guitarra cada mañana, haciendo ahínco en una promesa que en homenaje al don que tanto nos caracteriza tal vez cumplamos o tal vez no, me iré, sabiendo que siempre estarás ahí, en la forja de lo que construímos en chiringuitos de buena salud, en noches pintando corazones en el vaho del mundo de los suspiros.
Si Nellie la elefanta nos ofreciera el pasado, como un dia de marmota, no lo hubieramos hecho mejor.


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