Con motivo de las Fiestas de San Mateo de Logroño, ciudad poblada de gentío, vino y pinchos, nos embarcamos una vez más en los viscerales senderos que nos llevan a defender a los más inocentes.
Al llegar, una multitud de halagüeñas calles enmascaradas por un gobierno represivo y oportunista, representativo de la Democracia de hoy en día, esconden el cruel derroche de vidas que se llevará a cabo a lo largo de toda una semana. En vidas, han decidido no ahorrar.
Muchos de nosotros, habituados al ir y venir incómodo de esta lucha, entre copas y abrazos, nos lo tomamos cómo una forma de conocer a nuevas personas, que tomaron la decisión valiente y sacrificada de atravesar el espejo y mirarlo desde el otro lado, como tantos lo hicimos antes. Sin embargo, en todas y cada una de las cabezas reflexivas involucradas, la imágen de las 42 vidas que trascenderán, aparece como una alarma que nos ayuda a no olvidar aquello por lo que venimos y si no es así, los empapelados muros logroñeses facilitan el recuerdo con cada foto, nombre y peso, de los condenados a caer.
En la plaza, desnudos y ensangrentados, unos tiemblan, otros aguantan estoicamente escasos grados, nada duele, aunque el frío ha decidido postrarse sobre nuestra piel y el suelo penetra nuestros huesos.
En otra plaza muy distinta, todos ríen y celebran el poder de alimentar el sadismo que les rebienta las venas sin castigo ninguno, les ven llorar, sangrar, sudar, sufrir y todo queda en una fiesta, que algunos celebran y otros, castigados por haber existido en el camino de los bondadosos, desinteresados de venganza alguna, ceden a lo que les acontece.
Otro año más, en otra ciudad, con otros compañeros y por las mismas razones, volveremos a encontrarnos, preguntándonos cuanto más va a durar esta barbarie, deseando que sea más duradera la esperanza que mantenemos en vilo.
Y lo será, porque la balanza de la existencia debe estar inclinada hacia lo positivo, nosotros nos esforzámos dia a dia por que así sea.
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